Chile, música y recuerdos...

Cuando yo aún ni pensaba en venir a este mundo, mi papá recién pololeaba con mi mamá y tocaba la quena y cantaba en un grupo. Años después mi padre dejó el grupo porque decidió estudiar medicina, se vino a santiago, mi mamá lo siguió cuando ella terminó su carrera en la Católica del Norte conmigo en la guata (era cliente frecuente del bar lácteo), llegué yo y años después mi hermano, etc. Y el grupo en el que había estado mi papá se cambió de nombre y se puso ILLAPU. Alguna ves se juntó con alguno de los miembros de los Illapu antes de que ellos tuvieran que salir del pais y se volvieran mas famosillos, ellos fueron a la casa en alguna oportunidad... los mas viejos (maluenda) cuando estaban recién despegando.

Mi viejo ya no toca la quena(al menos mo esa) ni canta en un grupo... pero a veces canta y canta re-lindo, cuando yo era chica... tocaba la zampoña a veces y me gustaba escucharlo. Se juntaban con un tío que era paco... y para las fiestas patrias se sentaban a tocar guitarra y cantar hasta tarde, pucha que disfrutaba esas cosas. Crecí escuchando toda esa música andina, las diabladas, los cachimbos y los trotes y obvio... el "negro josé" también las cuecas y tonadas que le gustaban a mi tío paco.

Porque las fiestas patrias no solo son cuecas... les dejo con una de las canciones que mas me gusta... de Patricio Manns que además mi papá la canta preciosa y siempre me emociona cuando la oigo. Disfrutenla.

¿Qué sabes de cordillera?

si tú naciste tan lejos,

hay que conocer la piedra

que corona el ventisquero,

hay que recorrer callando

los atajos del silencio

y cortar por las orillas

de los lagos cumbrereños.

Mi padre anduvo su vida

por entre piedras y cerros.
La Viuda Blanca en su grupa,

la maldición del arriero,

llevó a mi viejo esa noche

a robar ganado ajeno.

Junto al Paso de Atacalco,

a la entrada del invierno,

le preguntaron a golpes

y él respondió con silencios,

los guardias cordilleranos

clavaron su cruz al viento.
Los Angeles, Santa Fe,

fueron nombres del infierno.

Hasta mi casa llegaba

la ley buscando al cuatrero.

Mi madre escondió la cara

cuando él no volvió del cerro

y arriba en la cordillera

la noche entraba en sus huesos.

El que fue tan hombre y solo,

llevó la muerte en su arreo.
Nosotros cruzamos hoy

con un rebaño del bueno.

Arriba en la cordillera

no nos vio pasar ni el viento.

Con que orgullo me querría

si ahora llegara a saberlo.

Pero el viento no más sabe

dónde se durmió mi viejo

con su pena de hombre pobre

y dos balas en el pecho.